Danzantes de Orce

Representan las tentaciones de San Antón en su retiro al desierto. Deben ir ataviados con camisa blanca, pantalón negro a media pierna, faja de color y lazos de colores cruzados en los brazos y en las piernas, donde acaba la pernera del pantalón. Llevarán corbata, leotardo blanco, zapatillas blancas de esparto y sombrero de copa negro con ramillete de flores de colores abrazadas por un lazo colocado al lado exterior del sentido de la marcha del desfile. Acompañarán a los soldados todos los días y bailarán su danza, siempre inmediatamente después del baile de la bandera. También asistirán a misas (Cañabate y Martínez, 2012: 253).

Desde el punto de vista musical, los danzantes de San Antón realizan una coreografía basada en un paso continuo con pequeños saltos. La música empleada está compuesta por tan solo dos acordes (I-IV de re mayor) que, tocados de forma continua, nos permiten percibir una cadencia plagal. El ritmo es ternario, escrito en compás de 6/8. Resulta curioso observar cómo el cambio de acorde se realiza en parte débil (en la última subdivisión) de dicho compás. Los instrumentos utilizados son: pandereta, platillos, botella, triángulo, laúd, bandurria y guitarras. Su motivo melódico tan repetitivo podría encontrar similitud con la intención, provocación o incitación constante por parte del diablo al pecado y los malos pensamientos.

Nos encontramos con danzantes de San Antón en Peloche (Badajoz), cuyo instrumento son las castañuelas; en Obejo (Córdoba), con su baile de espadas, o en Brozas (Cáceres), con la danza o torcido de cordón. También existe cierta similitud, aunque en estos casos son mayoritariamente utilizados los palos por los danzantes (acompañados o no por música), con los Negritos de San Juan de Montehermoso (Cáceres), con la danza de paleo de Vilvestre (Salamanca), los danzantes de Fuentelcésped (Burgos), los danzantes de Ochagavia (Navarra) o los de Almonacid del Marquesado (Cuenca), entre otras. Fuera de la península ibérica, hallamos ciertos lazos culturales de unión, especialmente en Inglaterra con los denominados Cotwold Morris Dance; en Finlandia con los grupos Helsinki Morrisers, cuyos orígenes se remontan a las «danzas moriscas», y en Hispanoamérica con los diablos danzantes del Corpus Christi. Si bien son desconocidos los orígenes de estos danzantes en Orce, podemos encontrar cierta conexión con danzas de festividades paganas de la Antigüedad cuya evolución ha llegado hasta nuestros días, y con danzas unidas a la ejecución de ritos agrarios ancestrales o guerreros cuya tradición tuvo continuidad en festividades cristianas.

Curiosamente, en muchas poblaciones los danzantes son denominados como diablos, teniendo cierta conexión con ese impulso inducido a obrar mal mediante la realización de una conducta dañina u omisiva, en definitiva, con una tentación. Y es más, en algunas de ellas van acompañados por un bufón o diablo que podría tener relación, en el caso de este estudio, con el cascaborras.

También podríamos situarlos con la llegada de los nuevos pobladores cristianos viejos, en los últimos años del siglo xvi y principios del xvii, quienes influyeron notablemente en estas tierras del altiplano granadino introduciendo sus tradiciones del extremo nororiental de la franja cantábrica, pues podríamos encontrar las raíces de los danzantes de San Antón, de acuerdo con sus pasos e indumentaria, en los dantzaris, que son las danzas más representativas del País Vasco y Navarra.

Fuente: Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

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